Saltar al contenido

Gustavo Daniel Ripoll

Sitio oficial

  • Inicio
  • Publicaciones
  • Leyendo
    • Leyendo — 2022
    • Leyendo ─ 2021
    • Leyendo – 2020
    • Leyendo — 2019
    • Leyendo — 2018
    • Leyendo — 2017
  • Imágenes
    • Imágenes — 2012
    • Imágenes – 2010
  • Contacto
  • Premios
Publicado el 1 febrero, 20118 febrero, 2011 por Gustavo

Segrob

Cuentan que Segrob, en los últimos estadíos de su anagrámica locura, consumía las tardes tratando de comprender los versos que urdía su imagen al otro lado del espejo.

CategoríasMicrocuento, Textos

Navegación de entradas

Entrada anterior:Anterior El arenero
Siguiente entradaSiguiente Encuentro

Categorías

  • Citas citables (28)
    • Barthes, Roland (1)
    • Borges, Jorge Luis (3)
    • Calvino, Ítalo (1)
    • García Lorca, Federico (1)
    • Machado, Antonio (6)
    • Murakami, Haruki (1)
    • Onetti, Juan Carlos (1)
    • Poe, Edgar Allan (2)
    • Saramago, José (1)
    • Séneca (1)
    • Shakespeare, William (2)
    • Somerset Maugham, William (1)
    • Todorov, Tzvetan (2)
  • Crítica (6)
  • Noticias (11)
  • Pensamiento disperso (48)
  • Publicaciones (8)
  • Sin categoría (4)
  • Textos (23)
    • Cuento (2)
    • Microcuento (6)
    • Técnicos (1)
    • Texto corto (12)

Sitios de interés

  • Club de las letras
  • El Caldero (taller)
  • La cocina de Consuelo
  • Literatux

LA FUNCIÓN RIPOLL

El otro se fue a París. Dicen que le dieron un premio, que robó cierta atención pasajera y que alcanzó a balbucear un par de frases. Habrá paseado, se habrá sentido más americano que cuando estaba en América; y a lo mejor hasta extrañó la tierra, los deudos y el amor único. Pero ese fue el otro. Yo sigo sentado en la escalera del muelle, fumando, con los pies en el agua.

Meta

  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.org

Meta

  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.org

Meta

  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.org
Funciona gracias a WordPress