En mis pesadillas, hordas de alfabéticos bibliotecarios diluyen la entropía de los libros; desacomodando lo misteriosamente acumulado, para subvertirlo en algún orden fraudulento y burocrático.
¿Cuántos libros se han leído por el simple hecho de estar al lado del que se quería comprar, o en la misma repisa que aquel que se quería leer? Escribo lo que soy, soy lo que leo.
¿Cuanto estaríais dispuestos a pagar por la lista desordenada de los libros de Borges? Por la impresionante biblioteca mental cuyos pasillos se abrían tras los velados ojos de aquella expresión. Un índice de Borges mismo perdido en laberintos de facsímiles. La lista de sus libros: no la efímera colección que reuniera para alguna editorial, sino la propia, en qué orden, en qué lugar, cuáles a mano, cuáles en las ultimas repisas donde se ven pero nunca se leen?
Ya sabemos que las memorias de Shakespeare, dispuestas en los estantes de Borges no producen Romeos y Julietas. Pero, ¿que hay de sus libros? ¿Que hay del desorden de sus títulos; de aquellos que retozaron en su memoria, dispuestos en secuencias imposibles y desconcertantes?
¡Volved a mí! Furias de la creación, Valkirias del plan, Musas de lo inconsciente. Vengad la sangre del azar, que los críticos escurren con prolijos paños. Solo en el reino del desorden vive la creación.
Un ADN de páginas compone mi identidad de narrador. Soy un golem de palabras. Reinvento y continúo a los que me precedieron en el arte de narrar. Se mezclan en mí los genes de cópulas imposibles en el tiempo y el espacio, solo reconciliables en el universo del estante.
La intertextualidad crece en el polvo de la yuxtaposición. Mi yo narrador se acumula entre un facsímil de bolsillo del Aleph, y unTratado general de semiótica. Mi voz es un Eco; mi hogar, un Shakespeare; mi destino, tal vez, un Juguete rabioso.
La verdad es simple tanto como estéril: aunque yo nazca en las iluminadas letras de un ordenador, el que me sueña, el ser que pregona la blasfemia de llamarse autor, no es más que una bruja de caldero, revolviendo los brebajes preparados con el polvo de la biblioteca universal.